martes, 6 de septiembre de 2016

La libertad de expresión en los tiempos de Facebook: Caso Irving Berlín.


     El debate está en la mesa. Mucho se habla sobre libertad de expresión y el derecho que tenemos cada uno de decir lo que pensamos. Claro, eso es cuando se refiere a nosotros mismos y cuando conviene a nuestros intereses, porque cuando las cosas no están a nuestra conveniencia o la opinión emitida no concuerda con la nuestra, ahí las cosas varían drásticamente. Es una condición humana, un vicio quizá, pero así están las cosas en los tiempos del "facebook".
     La semana pasada fue de grandes contrastes y se vieron reflejados, como todo en nuestra actualidad, en las redes sociales. A raíz de la lamentable muerte de Juan Gabriel, muchos no perdieron la oportunidad de exponer sus puntos de vista, incluyéndome. El fallecimiento de alguien, sobre todo de las magnitudes de Alberto Aguilera Valadez, siempre es un acontecimiento triste para muchos y las susceptibilidades están a la orden del día. La realidad es que es un tema que se debiera tratar con mucha cautela, sobre todo si  los comentarios se manifiestan públicamente.
    Ahí es donde me permito detenerme y exponer dos casos muy polémicos que implicaron a dos funcionarios, uno a nivel nacional y el otro en la Ciudad de Mérida, Yucatán. Es muy bien sabido por muchos que Nicolás Alvarado y Irving Berlin perdieron sus puestos, presuntamente, por emitir comentarios que "ofendieron" la dignidad de un pueblo mexicano abatido por la muerte de su ídolo. Sin embargo, aunque en apariencias similares, son dos situaciones muy diferentes que analizar, no juzgar, simplemente analizar.
     Nicolás Alvarado era un director de un canal de televisión pública, dedicado a fomentar el arte y la cultura del país, amparado por la máxima casa de estudios. Es reprobable, que alguien en su posición, con esa ideología y con criterios tan cerrados sobre la cultura y el arte, tengo una responsabilidad como tal. Considero que su despido fue adecuado, no por su opinión en sí; defiendo su derecho a decir lo que piensa; sin embargo, lo que piensa no va de acuerdo al puesto que ocupa y genera una desconfianza difícil de superar. Su credibilidad se reduce drásticamente y lástima el prestigio y el trabajo de los colaboradores de la señal televisiva.
    El otro caso lo vivimos en la ciudad de Mérida. Está por demás mencionar los comentarios emitidos por el ahora ex Director de Cultura Irving Berlín, a través de su página de facebook. Creo que ya es muy bien sabido por todos y es innecesario repetirlo; ya que la opinión pública y los medios se han encargado de difundirlo, incluso de maximizarlo; algunos, alegan, obedeciendo a propios intereses.
     El Alcalde Mauricio Vila explica que la renuncia de Irving Berlín se debe exclusivamente a su plan estratégico. No digo que esto no fuera posible, ya que acaba de rendir su primer informe y es un momento oportuno para hacer ajustes en el gabinete. En otro momento, la repercusión hubiera sido más leve. Sin embargo, en este mundo de apariencias, lo que parece supera a la verdad misma en ocasiones. Tanto es así, que tanto la comunidad artística como la empresarial le han exigido al Presidente Municipal una explicación, no necesariamente la correcta, sino una que los deje satisfechos, porque es evidente que sus afirmaciones no han cubierto sus expectativas.
     El día de la publicación, la vi a raíz de que fue compartida; ya que no tengo entre mis contactos al señor Berlín, pero parecía verídica. En ese mismo "post" comenté que se me hacía una declaración desafortunada para un funcionario de su posición y me sostengo. Sin embargo, no considero, si así fue el caso, que una persona pueda ser evaluada por un comentario así y perder el puesto. Lo desafortunado del comentario, no afecta a la gestión del afectado, a diferencia de Nicolás Alvarado. Simplemente fue un comentario de mal gusto e imprudente, que no debió rebasar ese nivel. 
     Aquí es donde empieza el verdadero análisis. Se habla mucho de la libertad de expresión, como un derecho de todos los mexicanos. Sin embargo, no vale lo mismo una opinión de un ciudadano común, de una celebridad, o la de un funcionario. Las repercusiones son más graves según la personalidad y será juzgada más severamente dependiendo su importancia. No estoy de acuerdo, porque limita los derechos de ciertas personas que también son ciudadanos, pero hay que tener en cuenta que siempre se antepondrá su carácter de personalidad pública. No se si es justo o no, pero así es. ¿Qué acaso no sabían esto estos dos funcionarios?
     En general, creo que todos deberíamos de tener cuidado a la hora de publicar algo en sus redes sociales, pero más aún cuando uno está ante la mira de todo. No soy amante de los temas de política, ni me considero con autoridad; pero de lo que si puedo hablar desde mi postura es como Comunicólogo Organizacional y desde esta perspectiva puedo asegurar que el caso de Irving Berlín se pudo arreglar con un plan de atención de crisis. Es de los casos más sencillos de lograr. El funcionario hubiera conservado su puesto y la imagen del Alcalde hubiera quedado intacta. Sin embargo, no existe esa cultura en nuestra Estado y como cuando falla tu equipo de computo y no sabes como resolverlo, es mejor reiniciarlo. 
     Son muchos puntos que analizar. Pero el más preocupante es que en las redes sociales, todos somos juez y parte, pero que no se metan con nuestros derechos, porque eso sí es injusto. Es muy cómodo desde tu dispositivo lanzar un comentario, no dar la cara y simplemente dejar que ocurra el hecho, sin medir las consecuencias. Ahí va para las dos partes, unos por comentar algo inapropiado y los otros por juzgarlos como si fueran delincuentes, cuando los verdaderos delincuentes del país pasan desapercibidos. Tanto se habla de cortinas de humo, que muchas veces las cortinas de humo las creamos los propios ciudadanos y usuarios de facebook. Es triste darse cuenta que en nuestro país, la libertad de expresión es una herramienta que se puede usar a gusto de cada participante, en un juego donde no hay ganadores; con una política donde rige la frase "dime lo que publicas en facebook y te diré quien eres".


   
   

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