domingo, 23 de octubre de 2016

IGNOTUM (Décima tercera entrega)



            Antón yacía en su cama casi sin vida. Con las energías que le quedaban se arrastró para recostarse. Quería descansar, ya no tenía fuerzas para continuar. Sólo quería cerrar los ojos y dejar de respirar. Hasta eso le cansaba. Se había acostumbrado a ver la sombra cerca de él. Sabía que iba a morir y ya no le temía a eso. Deseaba que fuera lo más rápido posible.
            Todo empezó como un juego. A diferencia de los demás, no usó Ignotum para tener más poder o dinero. Esta vez se trató de amor. Antón estaba enamorado de Niza, pero no era el único hombre que la pretendía. Era joven, bella y heredera de una gran fortuna. Todos los hombres de la ciudad andaban detrás de su belleza, de su dinero o de ambas cosas. Sin embargo, Niza solo había aceptado el enamoramiento de tres hombres.
            Antón era uno de ellos, pero no se conformaba con pertenecer a una lista privilegiada. Él deseaba ser el único en su vida. Realmente estaba enamorado de ella, más allá de su belleza, más allá de su dinero. No obstante, estaba en desventaja. Antón era un joven atractivo, pero no pertenecía al mismo círculo de Niza. Habían intercambiado sonrisas, habían platicado en el parque, incluso habían ido al cine y se habían divertido mucho. Sin embargo, sentía que Niza estaba presionada con comprometerse con alguno de sus otros dos pretendientes. Ellos eran hijos de empresarios y en el mundo de Niza, los matrimonios más que de amor, se trababan de negocios.
            Antón no quería rendirse. Sentía que Niza le correspondía, pero sabía que su poco capital iba a afectar en la decisión. Necesitaba hacer algo y pronto. Se esforzó mucho por conquistarla, le regaló rosas, chocolates, la llevó a pasear a lugares románticos y le daba muchos detalles originales para mantener su atención. Pero la duda en Niza continuaba.
Le llegó el virus de Ignotum. Había escuchado algo sobre él y sin mucha credibilidad en su poder decidió ejecutarlo. Al principio era una simple liberación de sus frustraciones, pero empezó a suceder. Murió el primero de sus rivales y después el segundo. El camino estaba despejado, no obstante Niza anunció su compromiso con otro nombre días después. Alguien que no esperaba. Por la expresión de Niza en la fotografía de las redes sociales, era un matrimonio arreglado, no era por amor; no obstante, no había algo que pudiera hacer.
            No la volvió a ver. Se refugió en su departamento y, poco a poco, empezó a perder fuerza. Creyó, en un inicio, que era resultado de una depresión. Algo había de eso, pero no era todo. Antón se enfrentó a la sombra que se robaba su energía, pero se le escabullía, no podía correrla ni evitar que estuviera cerca de él. Mientras tanto se debilitaba aún más. Recostado en su cama, Antón dio el último suspiro. El dolor se había ido. Antón se había ido.
            La sombra se aproximó al cuerpo. Lo miró, sólo lo miró por un momento. Ya no era más una sombra, se había materializado. Sin embargo, al mirarse al espejo no se reconoció. No tenía el mismo aspecto que tenía cuando en vida. Se parecía a Antón, de hecho, era idéntico. Se tranquilizó. Fue sólo el impacto. No importaba a quien se pareciera, lo que importaba es que estaba vivo.
            Se dirigió al armario para tomar alguna ropa que cubriera su desnudez. Encontró la ideal, ajustada perfectamente a su talla. Ser Antón tenía sus ventajas. Sabía que no se la pasaría mal. Quizá tomaría su identidad, aún no lo decidía.
            Estaba a punto de salir, cuando sintió un mareo y perdió fuerzas en las piernas. Cayó al suelo. Se levantó poco a poco como pudo. Sabía que eso le pasaría, pero no pensaba que fuera tan pronto. Liberarse de su conexión en este plano, le permite materializarse, pero solo temporalmente. Después de un tiempo, tenía que absorber otra alma y así sucesivamente, hasta que pudiera permanecer. Pero nada aseguraba que no volvería a pasar. Después de meses, incluso de años podría recaer y necesitaría recargar. Mientras tanto, viviría con la ansiedad de que en cualquier momento podría desvanecerse.
            Sólo había una manera de lograr que sea definitivo. Ir a la fuente. Si lograba absorber la energía de la persona que les dio acceso al plano de los vivos; tendría la seguridad de la permanencia. Esa persona era Marcial Peniche y sobre él se iría.
            Estaba débil, pero como pudo llegó hasta el escritorio. Miró la computadora portátil. Era algo que no reconocía en un principio, pero a través de los ojos de Antón, supo que hacer. Buscó en la Internet los datos de Marcial Peniche y la manera como contactarlo. Tenía mucho tiempo en el mundo de los muertos, siglos quizás, pero tenía el presentimiento de que se adaptaría fácilmente a este mundo. Además del alma, le había absorbido los conocimientos a Antón.
            Marcó apresurado y esperó unos segundos hasta que alguien contestó al otro lado. Era una mujer, no era Marcial Peniche como esperaba. Habló de todos modos. Pidió que lo comunicaran con él. La señorita se negó una vez. Insistió de nuevo, pero tampoco le dio acceso a Marcial. Pidió una cita. Tampoco se lo permitieron. La agenda estaba llena. Era razonable, en ese momento era el gobernador electo.
– Señorita esta llamada es una cortesía  – advirtió –. Dígale al señor Marcial Peniche, que en cuanto menos se los espere estaré frente a él y sabrá por qué lo busco.
– ¿Me podría indicar su nombre si fuera tan amable? – solicitó la secretaria nerviosa.

– Dígale que soy Becker – indicó – Con ese será suficiente. Él me conoce.







IGNOTUM (Novena entrega)

IGNOTUM (Décima entrega)

IGNOTUM (Décima primera entrega)

IGNOTUM (Décima segunda entrega)



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