domingo, 23 de octubre de 2016

IGNOTUM (Décima tercera entrega)



            Antón yacía en su cama casi sin vida. Con las energías que le quedaban se arrastró para recostarse. Quería descansar, ya no tenía fuerzas para continuar. Sólo quería cerrar los ojos y dejar de respirar. Hasta eso le cansaba. Se había acostumbrado a ver la sombra cerca de él. Sabía que iba a morir y ya no le temía a eso. Deseaba que fuera lo más rápido posible.
            Todo empezó como un juego. A diferencia de los demás, no usó Ignotum para tener más poder o dinero. Esta vez se trató de amor. Antón estaba enamorado de Niza, pero no era el único hombre que la pretendía. Era joven, bella y heredera de una gran fortuna. Todos los hombres de la ciudad andaban detrás de su belleza, de su dinero o de ambas cosas. Sin embargo, Niza solo había aceptado el enamoramiento de tres hombres.
            Antón era uno de ellos, pero no se conformaba con pertenecer a una lista privilegiada. Él deseaba ser el único en su vida. Realmente estaba enamorado de ella, más allá de su belleza, más allá de su dinero. No obstante, estaba en desventaja. Antón era un joven atractivo, pero no pertenecía al mismo círculo de Niza. Habían intercambiado sonrisas, habían platicado en el parque, incluso habían ido al cine y se habían divertido mucho. Sin embargo, sentía que Niza estaba presionada con comprometerse con alguno de sus otros dos pretendientes. Ellos eran hijos de empresarios y en el mundo de Niza, los matrimonios más que de amor, se trababan de negocios.
            Antón no quería rendirse. Sentía que Niza le correspondía, pero sabía que su poco capital iba a afectar en la decisión. Necesitaba hacer algo y pronto. Se esforzó mucho por conquistarla, le regaló rosas, chocolates, la llevó a pasear a lugares románticos y le daba muchos detalles originales para mantener su atención. Pero la duda en Niza continuaba.
Le llegó el virus de Ignotum. Había escuchado algo sobre él y sin mucha credibilidad en su poder decidió ejecutarlo. Al principio era una simple liberación de sus frustraciones, pero empezó a suceder. Murió el primero de sus rivales y después el segundo. El camino estaba despejado, no obstante Niza anunció su compromiso con otro nombre días después. Alguien que no esperaba. Por la expresión de Niza en la fotografía de las redes sociales, era un matrimonio arreglado, no era por amor; no obstante, no había algo que pudiera hacer.
            No la volvió a ver. Se refugió en su departamento y, poco a poco, empezó a perder fuerza. Creyó, en un inicio, que era resultado de una depresión. Algo había de eso, pero no era todo. Antón se enfrentó a la sombra que se robaba su energía, pero se le escabullía, no podía correrla ni evitar que estuviera cerca de él. Mientras tanto se debilitaba aún más. Recostado en su cama, Antón dio el último suspiro. El dolor se había ido. Antón se había ido.
            La sombra se aproximó al cuerpo. Lo miró, sólo lo miró por un momento. Ya no era más una sombra, se había materializado. Sin embargo, al mirarse al espejo no se reconoció. No tenía el mismo aspecto que tenía cuando en vida. Se parecía a Antón, de hecho, era idéntico. Se tranquilizó. Fue sólo el impacto. No importaba a quien se pareciera, lo que importaba es que estaba vivo.
            Se dirigió al armario para tomar alguna ropa que cubriera su desnudez. Encontró la ideal, ajustada perfectamente a su talla. Ser Antón tenía sus ventajas. Sabía que no se la pasaría mal. Quizá tomaría su identidad, aún no lo decidía.
            Estaba a punto de salir, cuando sintió un mareo y perdió fuerzas en las piernas. Cayó al suelo. Se levantó poco a poco como pudo. Sabía que eso le pasaría, pero no pensaba que fuera tan pronto. Liberarse de su conexión en este plano, le permite materializarse, pero solo temporalmente. Después de un tiempo, tenía que absorber otra alma y así sucesivamente, hasta que pudiera permanecer. Pero nada aseguraba que no volvería a pasar. Después de meses, incluso de años podría recaer y necesitaría recargar. Mientras tanto, viviría con la ansiedad de que en cualquier momento podría desvanecerse.
            Sólo había una manera de lograr que sea definitivo. Ir a la fuente. Si lograba absorber la energía de la persona que les dio acceso al plano de los vivos; tendría la seguridad de la permanencia. Esa persona era Marcial Peniche y sobre él se iría.
            Estaba débil, pero como pudo llegó hasta el escritorio. Miró la computadora portátil. Era algo que no reconocía en un principio, pero a través de los ojos de Antón, supo que hacer. Buscó en la Internet los datos de Marcial Peniche y la manera como contactarlo. Tenía mucho tiempo en el mundo de los muertos, siglos quizás, pero tenía el presentimiento de que se adaptaría fácilmente a este mundo. Además del alma, le había absorbido los conocimientos a Antón.
            Marcó apresurado y esperó unos segundos hasta que alguien contestó al otro lado. Era una mujer, no era Marcial Peniche como esperaba. Habló de todos modos. Pidió que lo comunicaran con él. La señorita se negó una vez. Insistió de nuevo, pero tampoco le dio acceso a Marcial. Pidió una cita. Tampoco se lo permitieron. La agenda estaba llena. Era razonable, en ese momento era el gobernador electo.
– Señorita esta llamada es una cortesía  – advirtió –. Dígale al señor Marcial Peniche, que en cuanto menos se los espere estaré frente a él y sabrá por qué lo busco.
– ¿Me podría indicar su nombre si fuera tan amable? – solicitó la secretaria nerviosa.

– Dígale que soy Becker – indicó – Con ese será suficiente. Él me conoce.







IGNOTUM (Novena entrega)

IGNOTUM (Décima entrega)

IGNOTUM (Décima primera entrega)

IGNOTUM (Décima segunda entrega)



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miércoles, 19 de octubre de 2016

Sucedió en el transporte público...



     Hace unas semanas, tuve un encuentro cercano, la verdad no se de que tipo, con un camionero. No fue algo personal, hubiera sido malo si fuera así de todos modos. Sin embargo, sus actitudes y descuidos afectaban y ponían en riesgo a los pasajeros y a uno que otro transeúnte. Soy de los que tienen la fortuna de contar con un automóvil, más por lo práctico que por lo cómodo; no obstante, debido a ciertas circunstancias, tengo la necesidad de recurrir al transporte público. Esto sucedió hace algunas semanas, en algún punto de la ciudad de Mérida, Yucatán. Fui parte de la experiencia, pero pudo suceder en cualquier parte del país.
     Era un sábado en la tarde. De esos días que piensas que todo saldrá de maravilla. No fue algo que me arruinara el día, pero si fue incómodo y sobre todo me hizo pensar. Estaba en el centro de la ciudad y me dirigí a donde se encuentra el paradero de los camiones que me llevan a mi casa. Llegué apenas a tiempo para abordar y me sentí aliviado de haberlo logrado. Un poco después, no estaba tan seguro de haber elegido correctamente al conductor de la unidad. No dependía de mí, no obstante, a veces me gusta pensar que tenemos opciones.
     El conductor en cuestión decidió que era buen momento para checar su whatsapp, ¿por qué no? Muchos lo hacemos mientras laboramos, claro no tenemos un camión de varias toneladas con gente a nuestro cargo. Lo irónico es que mínimo era acreedor a una multa, pero son de esas cosas que la policía parece no darse cuenta. Siendo muy, pero muy tolerante, podría considerar que en algún semáforo echara un vistazo, por si acaso no hubiese algo importante que atender. Aunque no creo que haya nada más relevante que manejar su unidad. En fin, fue más allá de eso. El camionero se tomó la libertad de checarlo mientas conducía. Claro, bajó la velocidad mientras leía tranquilamente sus mensajes, no vaya a ser que choque. Ahí estuvo un buen rato, con el riesgo de impactarse con un auto estacionado, pero hasta eso, calculó bien sus tiempos y pudo esquivarlo y tomar las riendas del camión como siempre debió ser. Al menos, por un rato.
     Quiero pensar que el problema no se resolvió via whatsapp, porque a los pocos minutos se atrevió a hacer una llamada. La discreción y  la decencia no eran una de sus características. Esta vez ni siquiera bajó la velocidad, ni se pegó un poco. Seguramente consideró que puede conducir mientras habla por teléfono y ¿por qué no? enterar a todos de su conversación. Para esto se necesita un gran volumen en su voz y se esforzó para que así sea. Después de un rato en su llamada, a la que no le puse atención, colgó.
     Para ese punto, yo ya estaba considerando hacer algo, reportarlo al menos, para que la empresa tome medidas; no obstante, aún era una simple consideración. En ese modo estaba cuando se presentó otro inconveniente. De pronto, el conductor pegó el camión y empezó a discutir con un grupo de señores que llevaban cervezas en la mano. Iban descendiendo de un automóvil y él alegó, para justificar su comportamiento, que se le habían metido. Claro, es lo que debe hacer un camionero cuando un automovilista se le mete, si es que sucedió, perseguirlo para decirle hasta de lo que se va a morir. Gritó y gritó hasta que obtuvo respuesta de sus contrincantes e igual respondieron enojados. Yo sólo esperaba que se subieran al camión y lo agarraran a golpes. Por esta ocasión, no sucedió. De nuevo, no puse atención a esa discusión sin sentido, pero me di cuenta que era demasiado.
     Ya a punto de bajarme, aún reflexionaba sobre lo que debería hacer. Hice la parada correspondiente y me puse de píe. Según las indicaciones, la puerta delantera es de ascenso y la de atrás de descenso; sin embargo, las veces que he intentado bajar por detrás el camionero no te hace mucho caso y tienes que insistir, mientras que todos los demás van descendiendo por la puerta de adelante. Así que decidí ser práctico y hacer lo mismo, pero en el momento que puse un pie en la puerta, el camionero me jaló de la camisa  y me gritó de muy mal modo por algo que no entendí. No se trataba de haber bajado en la puerta incorrecta. De eso estoy seguro. Sólo pude responderle que su servicio era malo y que lo iba a reportar. No era necesario algo más. Para él sí.
     Mientras me bajaba de la unidad, sólo escuchaba gritos y amenazas. Yo llevaba puesto los audífonos y no puse atención a sus insultos. Sólo alcancé a escuchar que quería mi nombre para reportarme también. Cómo si eso fuera su defensa ante sus malos tratos. Caminé hasta la parte trasera del camión y le tomé una foto a la placa y al número de denuncias. Él se detuvo muy amenazante y siguió con su discurso de maldiciones. Pensé que se bajaría, pero no llegó a eso. Continué mi camino hasta que llegué a mi casa e hice la llamada al teléfono de quejas.
      La atención vía telefónica fue diferente. El joven que me contestó parecía interesado en el caso, se disculpó por la mala atención y me pidió todos los datos necesarios del conductor. Yo le dí los que pude y me prometió que tomaría cartas en el asunto. Desgraciadamente, no hay un seguimiento sobre los reportes, pero quiero pensar que fue atendida mi denuncia. Es lo que me queda. 
      Al menos cumplí con mi parte como ciudadano. Lo único que me quedé con ganas es de invitar a todos los del camión a que hagan lo mismo. Vi varias señoras asustadas y con mucha impotencia. Estas cosas pasan todos los días, no sólo en el transporte, sino en todos los servicios. Muchas veces las personas que podrían hacer algo ni se enteran y se vuelve un circulo vicioso de conformidad. Llevamos mucho tiempo atrapado en él. Es el momento de alzar la voz cuando tengamos la oportunidad de generar un cambio. No importa la magnitud, un cambio es el cambio. Yo ya lo hice.

domingo, 16 de octubre de 2016

IGNOTUM (Décima segunda entrega)


            Sintió que la pistola le quemaba; más por lo que había hecho, que porque acababa de ser disparada. Abdiel nunca había asesinado a nadie y nunca hubiera querido hacerlo. Sin embargo, no tuvo opción. Mató a Mauro pensando en salvarse, en salvar al mundo. No obstante, eso no era un consuelo y la culpa lo consumía, sobre todo no soportaba la mirada de reproche de Artemisa.
            Dejó caer la pistola al piso. El peso lo venció. Se inclinó cerca del cadáver de Mauro y suplicó comprensión. “Lo tenía que hacer”, es lo único que podía decir, dentro de su perturbación. Artemisa intentaba comprenderlo, pero una vida se había consumido. No importaban sus culpas ni responsabilidades, pensaba que Mauro no merecía morir así. “Lo tenía que hacer, lo tenía que hacer”, era lo único que Abdiel repetía.
            Esa mañana Abdiel se preparaba para ir a la oficina. Desde que su papá había fallecido, el trabajo había aumentado en la empresa y sus responsabilidades más. Recibir una llamada de Artemisa lo inquietó, pero nunca se le negaba. Respondió. Escuchó atentamente su llamada de auxilio. Estaba con Mauro, su ex novio. Abdiel conocía la historia y no sentía celos por él, pero sus instintos no lo dejaban tranquilo.
            Artemisa lo citó en casa de Cora. Abdiel decidió ir. Se tomó un tiempo para arreglar sus asuntos de trabajo y se preparó para salir. En su habitación, mientras se alistaba, tuvo una visita inesperada. Era Alceo, al que tenía un tiempo sin ver. Parecía perturbado, confundido y algo aturdido. Daba vueltas por la habitación. Ya no se molestaba en presentarse y los nervios no le permitían cumplir con cordialidades.
– Las cosas están cada vez peor  – indicó alterado Alceo – ¡Ya no hay tiempo!
Abdiel se detuvo ante el anuncio de lo peor. Escuchó atentamente. Esperaba algo que le devolviera la tranquilidad, cuando creyó que todo había acabado. Fue una ilusión, lo sabía; sin embargo, fue demasiado breve. Quería disfrutarla más, pero se acababan las oportunidades. Así que, por ese momento, sólo le quedaba escuchar.
– Ignotum se ha desatada. Está libre  – explicó Alceo –. Cualquier individuo que decida obedecer la alerta que aparece en su computadora cuando el virus ha encontrado como entrar, podrá controlarlo en contra de quien desee. Nuestra ventaja es la ignorancia, pero nuestro peor enemigo también. La poca información, mezclada con mucha curiosidad es tan riesgosa como el que sabe y pretende controlarlo.
Abdiel se quedó pensativo. Necesitaba acomodar sus ideas. Artemisa le había contado que Mauro había activado el virus. Lo que decía Alceo era verdad, pero se sentía peor al descubrirlo, porque no sabía qué hacer. Necesitaba respuestas. No dimensionaba con exactitud el peligro que representaba para todos, pero creía.
– Hay algo peor  – prosiguió Alceo –. Ignotum no solamente es un conjuro para acabar con los enemigos de los que lo activan. Es mucho más que eso. Los espíritus oscuros no conceden favores sin obtener beneficios. Simplemente se aprovechan de las debilidades humanas para poder entrar a este mundo. Eso es lo que están logrando con Ignotum. Crearon un portal del mundo de los muertos hacia esta dimensión con una sola dirección: quieren entrar y regresar a la vida. No hay regreso.
– Quiero entender, pero no puedo  – confesó Abdiel – ¿Qué va a pasar?
– Los muertos quieren entrar a este mundo a tomar el lugar de los vivos y no son las almas buenas las que quieren regresar. Ésas están conformes en donde están  – complementó Alceo –. Las que quieren tomar esa vía, son almas perversas que en vida se dedicaron a dañar al que pudieran y ni así quedaron conformes. Vienen por todo y ahora con más fuerza. Ni siquiera Marcial Peniche sabe con exactitud lo que ha provocado. Sólo se concentró en sus ambiciones personales. Pero, ha dado acceso a la oscuridad.
– Entiendo la complejidad del asunto y me preocupa  – antepuso Abdiel–. Sin embargo, no logro comprender como lograrán entrar esos seres malignos que mencionas.
– Cuando se cumplió la primera fase, es decir, cuando Marcial Peniche logró su plan y no morir, en ese momento se abrió el portal. El virus ha quedado liberado y buscará la manera de entrar al sistema personal de cada usuario de la Internet y perturbarlo hasta que se atreva a usarlo.
“Actúa de la misma manera. Un archivo es enviado al enemigo en cuestión y al abrirlo muere de un paro cardiaco. Sin embargo, el que lo activa, ya no tiene que suicidarse; pero tampoco queda inmune. Se convierte en un receptor. A partir del momento que su plan se consuma, un alma tendrá acceso a él y le absorberá la energía hasta matarlo. Tomará su lugar, pero no se materializará, simplemente se hará más fuerte y más libre”.
“A partir de ese momento, podrá tomar las almas que se le antojen hasta que logre regresar a la vida y entonces será peor cada vez. Su poder se hará más fuerte hasta que no haya algo que lo detenga”.
– Sí eso ya sucedió, ¿cómo lo podemos detener?  – preguntó Abdiel  –. Es decir, si alguien ya ha tenido acceso al virus, ¿cómo le hacemos para cortar esa conexión con el mundo de los muertos?
– Si alguien ya está en esa fase, lo más seguro es que sea perseguido por un alma oscura y haya iniciado el proceso. Cuando esto ya ha pasado, la única manera es eliminar al portador del virus; es decir, matar al que lo activó. Es la única manera de acabar con la conexión.
Escuchó atentamente el último mensaje y no preguntó más. Se despidió de Alceo de la única manera que podía, saliendo de su propia habitación. Se dirigió al despacho de su padre y tomó la pistola que guardaba tan celosamente y la sostuvo entre sus manos. No tardó mucho en decidir lo que tenía que hacer. Su motivación era no vivir en un mundo dominado por la oscuridad. Le habló a Pedro y quedaron de verse en la casa de Cora para cortar las raíces del virus.
Llegaron de improviso, en un momento poco oportuno. Abdiel disparó y Mauro murió en la estancia de casa de Cora. Abdiel pudo explicar y Artemisa entendió, pero le dolía perder a quien consideraba un amigo. No era culpa de Abdiel, la ambición de Mauro había sido su asesina.

– Esto no arregla todo, solo lo detiene momentáneamente  – señaló Abdiel recordando la última advertencia de Alceo –. Si queremos evitar que la oscuridad nos invada, tenemos que pararlo; sin embargo, sólo es posible desde el mundo de los muertos y hasta ahí tenemos que llegar.







IGNOTUM (Novena entrega)

IGNOTUM (Décima entrega)

IGNOTUM (Décima primera entrega)


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martes, 11 de octubre de 2016

La historia detrás de "El cártel de las vanidades"



     Normalmente, como público, asistimos a los eventos desconociendo todo lo que hay que detrás de cada proyecto. Por supuesto, los que nos dedicamos a esto, tenemos claro que el único objetivo del público es asistir a entretenerse y  pasar un rato. Para eso trabajamos, para la audiencia. Sin embargo, detrás de cada producción, llámese concierto, perfomance u obra de teatro, hay un trabajo de muchas personas. Piezas que tienen que encajar para que resalte la armonía del espectáculo y cumplir con la meta de encantar a los asistentes. Todo este proceso no escapó a "El cártel de las vanidades". Meses de trabajo con la firme intención de llevarles un show de calidad a todos los que disfruten de las puestas en escena y para enamorar a nuevos públicos para que se acerquen al teatro y que conozcan las historias originales producidas en Yucatán.
     Siempre he disfrutado mucho ser el inicio de cada montaje, de cada producción audiovisual. Como escritor, mi trabajo es construir la historia y en el caso del teatro, dar las bases para que actores y directores posteriormente realicen su aportación y al final se logre el resultado esperado. Las historias nacen en papel, pero nunca mueren.
     Fue en enero de 2016, cuando llegó a mi mente, como un gran regalo, la idea de "El cártel de las vanidades". La dramaturga Marpi Jiménez, conocida por su personaje de Britany Yahaira, organizó una taller con la intención de crear teatro, de hacer obras originales para nuestra comunidad. La condición, en este caso, era basarnos en notas de periódicos, ya sea recientes o del pasado. En ese entonces, circulaba por los medios la última aprehensión de "El chapo Guzmán". Los involucrados, además del forzoso protagonista, eran la actriz Kate del Castillo y el actor Sean Peen. 
     El caso fue muy sonado y no ahondaré en detalles sobre el mismo. Basta con decir que fue una simple inspiración. No se trata de una parodia, ni una sátira. Simplemente es una comedia que tomó elementos del asunto para el lenguaje teatral. "El cártel de las vanidades" trata sobre Cristóbal Heredia "El Dante", el narcotraficante más buscado, con dos fugas de prisión. Sobre Ulises Marck, un periodista que llega con artimañas al rancho donde está oculto el criminal para proponerle hacer una película.  Sobre Ciro Heredia, el hijo más joven de "El Dante", quien se empeña en ser el sucesor, sin contar con la malicia ni las habilidades para el puesto. Sobre Antonia Dogre, una mujer cubana de mediana edad que es la amante más antigua del narcotraficante y se empeña en conservar su lugar, a pesar de las nuevas "adquiciones" de Cristóbal. Y se trata sobre Dolores Amor, una aspirante actriz, sin un talento histriónico y con trabajos menores en pantalla, pero que ve en "El Dante", la oportunidad para lograr éxito en su carrera y se involucra con él.
     La historia ya estaba lista. El siguiente paso era encontrar un director. No era algo que yo fuera a hacer. No es mi especialidad y deseaba que la obra sea traducida correctamente al escenario. Es ahí donde llego con Róger Achach. Ya hemos trabajado antes y nos entendemos muy bien. Algo que valoro de él, es que entiende mis textos, pero sobre todo entiende muy bien los personajes y eso es algo que me alivia, cada vez que pongo uno de mis "bebés" en sus manos. Prácticamente, es el director de mis obras, por esas razones, además del talento que tiene para manejar el escenario, tanto como actor como director.
      El siguiente paso es elenco. Si nos ponemos muy estrictos, como fue en este caso, tienen que ser actores que vayan de acuerdo al personaje, en todo los sentidos o que puedan hacer una creación de él con sus recursos. Cada personaje tiene ciertas características que cubrir, tanto físicas como interpretativas y es una labor definitiva. Un mal casting arruina todo el trabajo de la obra. Me considero con suerte, porque en todos los proyectos en los que he participado, el elenco nos ha quedado a la medida y "El cártel de las Vanidades" no es la excepción. 
      La primera en incluirse al proyecto fue la actriz Marina Huerta. He de confesar que cuando escribía el personaje de Antonia, siempre pensé en ella. Es de las actrices que lleva a los personajes a su máxima expresión y no decepcionó. Ayuda mucho a un escritor, desarrollar un personaje basado en algún actor o actriz. También fue el caso de José Martín, con el que también he trabajado mucho y sabía que Ciro Huerta le quedaría a la medida y así fue.
      Ulises Marck, es un personaje con matices, que le dan cierta complejidad y Tony Baeza no me dejará mentir, Por eso recurrimos a él para ese personaje. Lo he visto en varios trabajos y reconozco su calidad de actor, sabía que haría lucir a Ulises. No habíamos trabajado directamente juntos, pero coincidimos en el proyecto de Snap Act y se unió de una manera armónica al equipo. Es un tipazo. Lo mismo pienso de Erik Osorio, quien hizo una gran creación de "El Dante". Sabía que era un gran actor por lo que he visto de él, pero realmente me sorprendió con su propuesta de Cristóbal Heredia. Les aseguro que, a pesar de ser un narcotraficante, les encantará el personaje.
       Nos faltaba la actriz que le daría vida a Dolores Amor. Así llegó Mosk Marredo. Una mujer disciplinada y comprometida que trabajó mucho para lograr lo que ahora se nota en Dolores. En escena, simplemente es Dólores, debajo del escenario volvemos a ver a Mosk. Definitivamente,  me encanta en el personaje y estoy seguro que al público igual le gustará. Dolores es despistada, alegre y muy sensual.
     Ya con el elenco conformado, se iniciaron los ensayos. Diversión pura. La ventaja de ser una comedia es que da píe a un ambiente muy entretenido. En donde se da el espacio para las bromas y los chistes. Todos en el mejor sentido y con la disciplina que se requiere. Nos hemos divertido mucho en los ensayos y eso se refleja en el escenario y se transmite. Escenografía y vestuario. Las fotografías para publicidad a cargo de mi gran amigo y talentoso fotógrafo Alejandro Flores. Todo está listo para el gran estreno.
       Es una gran experiencia esto de hacer teatro. Ver como nace la magia y se logra crear un universo que no existía: autor, director y actores. Todos somos los creadores de "El cártel de las vanidades". 
     Ahora que conoces la historia detrás, atrévete a conocer la historia en el escenario. Una comedia que seguramente te divertirá. Te esperamos en FusiónArte este 15 y 22 de octubre. Además de 5 y 12 de noviembre. Todos con dos funciones 7 y 9 pm. Los boletos ya están a la venta a través de tusboletos.mx y en sus puntos de venta. Para mayor información dejo los links abajo de nuestras redes sociales y donde comprarlos en línea. Nos vemos en el teatro, descubramos que hay detrás de "El cártel de las vanidades".




No hagas cola, compra en línea. tusboletos.mx







viernes, 7 de octubre de 2016

IGNOTUM (Décima primera entrega)

Cora esperaba ansiosa al píe de la escalera. Su vestido le cubría apenas arriba de la rodilla. Se mordía las uñas y se jugueteaba sus rizos. En su rostro aún se percibía la tristeza. Ella era la hija de uno de los empresarios que habían fallecido víctimas de Ignotum. Había permanecido encerrada todo ese tiempo en su habitación; sin embargo, Artemisa la había obligada a salir.
Apenas tenía 21 años y estudiaba el séptimo semestre de la Ingeniera en Sistemas. Aunque sus conocimientos eran más producto de la experimentación. Era una talentosa hacker, aunque sus habilidades las había usado para cosas simples, sin importancia, que las autoridades se hubieran sentido ridículos al tipificarlas como delitos.
Artemisa tocó la puerta con insistencia. Cora pensó dos veces antes de abrir, pero sabía que tenía que ser ella. No estaba sola. La acompañaba un joven apuesto, a quien Artemisa se lo presentó como Mauro. Ella sólo se sonrojó. No le dio tiempo ni de sonreír. En unos segundos tenía enfrente una computadora.
– El virus – indicó Artemisa –. ¡Sácalo de ahí!
No dijo más. Cora se avocó a la computadora, como atraída magnéticamente. Buscó y rebuscó. Exploró en lo más profundo de la web y no detectó el origen del sistema de Ignotum. No se rindió, lo intentó una y otra vez. Nunca había sido vencida y su orgullo le impedía doblegarse.
            Mauro observaba impaciente. Intentaba sonreír cuando Artemisa lo miraba, pero estaba perturbado y con poca energía. Esa noche, después de que colgó con Artemisa, esperó que le devolviera la llamada. Primero fue un trago, luego dos, hasta que se convirtieron en cinco. No estaba ebrio, apenas empezaba a sentir los efectos del alcohol. Se sentía en sus cinco sentidos.
            Mientras se lavaba la cara, vio a través del espejo a un hombre que tenía casi todo el rostro cubierto con una capucha. No se asustó tanto. Creyó confundir las sombras. Cerró los ojos. Al volver a abrirlos, seguía ahí. Volteó ahora sí con miedo y lo enfrentó. Parecía sonreír, pero no intentaba hablar. Era como su sombra. Lo seguía a todas partes. Quería huir, pero siempre se lo volvía a encontrar. Se desesperó e intentó a acostumbrarse, pero fue imposible. Sonó su celular. Era Artemisa.
– Artemisa, ¡tienes que ayudarme! – suplicó.
            Mauro y Artemisa tuvieron una relación dos años atrás. Ella era mucho menor, pero no importó mucho. La distancia los separó. Mauro se fue a estudiar al extranjero y a su regreso, Artemisa ya estaba con Abdiel; sin embargo, permanecían en contacto y seguían siendo amigos. En sus momentos de soledad, Artemisa decidió compartirle todo sobre la muerte de su padre, incluida la existencia de Ignotum. Mauro no creyó, hasta que lo vivió.
            Llamó una vez. Artemisa no pudo responderle. Cuando le devolvió la llamada, un ser oscuro estaba en frente de él. “Es la muerte”, se decía a sí mismo. Le platicó a Artemisa lo que le había hecho a Félix. Mauro sentía que corría peligro. Fue entonces cuando Artemisa pensó en Cora. Además de una excelente hacker, su padre había sido víctima del virus Ignotum. Cora fue la única que no culpó a Artemisa, por las acciones de su padre Bernardo; sin embargo, sabía que no le era indiferente a la venganza y podía destruir al virus.
            Mauro salió de su departamento con su laptop sobre el pecho. La sombra lo seguía. Quiso ignorarlo lo que pudo, pero era difícil. Podía no verlo, pero lo peor era sentir esa energía negativa que le consumía el alma. Lo siguió hasta que se encontró con Artemisa en la casa de Cora. Lo siguió hasta adentro. Aún estaba con él en la casa.
– Si no lo eliminas pronto, – antepuso Artemisa –. Lo absorberá hasta quedarse con su alma.
Cora veía consumirse a Mauro y lo lamentaba. Hizo más intentos. Usó todos sus recursos, pero ninguno funcionaba.
– Algo falla – advirtió Cora.
El ruido de la puerta abriéndose estrepitosamente entorpeció su concentración. Era Abdiel seguido por Pedro. Abdiel estaba muy alterado y sostenía una pistola. Era amenazante, pero iba sobre Mauro.
– Él es la falla.

Diciendo esto, Abdiel disparó sin compasión contra Mauro. Mauro cayó al piso con las pocas fuerzas que le quedaban y su muerte fue casi instantánea. El virus se eliminó y la sombra desapareció.








IGNOTUM (Novena entrega)

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martes, 4 de octubre de 2016

Miedo a la vejez



     Existe el término oficial. Los psicólogos lo llaman "gerascofofobia", pero el hecho es que en nuestro país domina un miedo cultural a la vejez. Las razones parecen obvias. Es la edad donde se pierden ciertas capacidades, que dentro de los parámetros sociales, son las que nos permiten vivir sin dificultades en este mundo. A veces, esta etapa es acompañada por enfermedades que nos debilitan y los inutilizan para ciertas actividades. Todo eso es entendible. Yo me uno a esa preocupación. Sin embargo, ese miedo va más allá de la salud. Es algo que se que se aferra a las emociones, en ocasiones, desde muy temprana edad.
     Curioseando en las redes sociales, me encontré un comentario de mi querida amiga Marina Huerta, en donde abarcaba esos temas de los cambios que producen la edad. Marina es una mujer a la que le he aprendido mucho, porque ella ha aprendido mucho de la vida, aunque todavía no está en el rango de la tercera edad. Ella mencionaba que su madre le insistía en que se pusiera bótox, a lo que Marina agregaba que no estaba en contra de quiénes deciden hacerlo; sin embargo, ella prefería no perder la esencia de su vida. Además, afirma sentirse guapa. Y lo es. Después de leer el comentario, reflexioné.
     Estamos tan inmerso en los estereotipos sociales, que se nos olvidó encontrar la belleza en los ancianos. Y perdón por no usar el eufemismo de "personas de la tercera edad". No tengo nada en contra de eso, pero yo siento con más ternura la palabra anciano. Eso es algo que nos ha quitado este mundo de lo políticamente correcto. Las personas mayores, como también se les llama, son un cúmulo de experiencias, registros de vidas, sabiduría pura.No en balde, muchas culturas antiguas les rendían pleitesía. Ellos sí que sabían valorar lo que tenían.
     El verdadero miedo es el que viene desde lo más profundo de las emociones. Ése que se cultiva con el tiempo y se transforma con la experiencia. Le tenemos miedo a lo que desconocemos, pero también a lo que conocemos y si algo sabemos a la perfección es que este mundo no está diseñado para la comodidad de los ancianos, mucho menos para rendirles culto. El verdadero miedo es vivir en este contexto siendo ancianos. 
     Al igual que Marina, yo tampoco estoy en contra del bótox ni de las cirugías plásticas. Se me hace una maravilla que exista esta rama de la medicina, tanto para fines reconstructivos como estéticos. Tengo mis reservas, pero en este punto no puedo asegurar que nunca lo haré.Sin embargo, más allá de la vanidad, en realidad lo que buscan las personas, con estas intervenciones y recursos, es seguir encajando en este mundo que exige juventud y perfección.
     Por desgracia, no termina con el aspecto físico. Lo peor está en el trato. Muchos ancianos en estos tiempos viven en constantes abusos. Y no solamente me refiero a los que abandonan en los asilos o a los que trabajan en las calles. Eso es espantoso. Sin embargo, también hay maltrato cuando no los visitan, cuando no los escuchan, cuando no respetan sus decisiones, cuando se ignoran sus recomendaciones, cuando no atienden sus deseos,  cuando no agradecen sus preocupaciones, cuando están ahí nada más. No me malinterpreten, no pretende hacer juicios sobre nada. Sé que hay muchas razones válidas que justifican estas situaciones; pero yo hablo de aquellas veces en las que se puede dar y hacer más. Eso cada quien lo decide.
     Mis papás, que son muy sabios, siempre me han inculcado, tanto en palabras como en hechos, que hay que tratar bien a los padres, en todo momento, pero sobre todo en su vejez, que es cuando más nos necesitan; ya que además del placer que produce la acción, sirve de ejemplo para los hijos y les están enseñando a como los deben tratar cuando lleguen a esa etapa. Toda la razón. No obstante, a mi me gustaría llevarlo a otro nivel. Propondría que construyamos hoy el mundo que deseamos cuando seamos mayores. Es de esos negocios en los que todos ganan.
     Es verdad que algunos son malhumorados o hasta intolerantes, pero es difícil vivir en un mundo que ya no entiendes del todo. No es lo que conociste. Después de una vida para aprender a ser una persona, en toda la extensión de la palabra, te encuentras en un mundo que ha cambiado. Tecnología y valores. Todo ha cambiado. En la etapa en donde debes descansar, porque te lo has ganado; te encuentras que todavía hay nuevas cosas que aprender. No se trata de falta de inteligencia, por supuesto que no. La paciencia se ha agotado. Por eso, nos toca a nosotros ser pacientes.
     Como escritor, confieso que me encanta platicar con los ancianos. Hay tanta vida en sus historias y tantas historias que contar, que terminas aprendiendo de sus experiencias y agradeciendo por compartirlas. O así debería ser. Hay que escuchar lo que dicen, porque han vivido mucho como para equivocarse del todo. Entender que su contexto es diferente y adaptarlo a nuestro entorno. No torturarlos con explicaciones que los angustian, ni confundirlos con conceptos que les es difícil comprender. Su vida ya está hecha y así está bien.
     Tengo la fortuna de tener una perrita french poodle que acaba de cumplir 16 años. Se llama Peggy. Los que la conocen saben que es de hierro, sobre todo en la actitud. Con ella he aprendido  mucho sobre la vejez. Ella no se queja de sus deficiencias, aprende a vivir con ellas. Los animales no se andan con complicaciones. Todavía corre y se pasea por la casa como la dueña. A veces deja obsequios, pero son cosas de la edad. Todo está bien, hasta que tiene que salir de la casa. Es cuando le teme a su vejez. Ya no está lista para vivir en el mundo de afuera y, sabiamente, se regresa a la casa donde se siente segura y es feliz. Donde tiene todo.
     Desgraciadamente, muchas personas mayores no tienen la oportunidad de permanecer en su zona de confort. Tienen que salir a la calle todos los días y enfrentarse a un ambiente que es complicado para ellos. Y en otro casos, no encuentran la comodidad en donde están. En muchos sentidos. Se trata de que cambiemos esto. De que hagamos lo mejor que podamos por los ancianos. Ese sería un mundo en el que no me molestaría llegar a viejo. En ese contexto, todos nos sentiríamos cómodos.
     Ellos pueden ser nuestros padres, nuestro abuelos o gente importante que ha visto siempre por nosotros. Puede ser el vecino o hasta un desconocido. A veces, sólo se trata de ser amable y darles un poco de ayuda, pero sobre todo respeto. Recuerden que, si tenemos suerte, todos vamos para allá y es mejor empezar a enseñarle hoy a los menores, como se debe tratar a los ancianos en en el futuro, y el mejor aprendizaje se obtiene a través del ejemplo. Y tú, ¿le tienes miedo a la vejez?