martes, 2 de agosto de 2016

Quiero vivir en DOWNTON ABBEY



     Desde hace algunos días me he dado el gusto de disfrutar esta maravillosa serie inglesa. Ya sé que, de hecho,  terminó en el 2015 después de seis exitosas temporadas; sin embargo, a veces las cosas llegan a uno en el momento más oportuno. No pretendo hacer una reseña ni crítica del programa, sé que he llegado tarde para ello y existen muchas muy buenas que exaltan las virtudes de la serie; simplemente quiero destacar los valores que para mí fueron fundamentales y una gran aportación de la historia.
     Quiero vivir en Downton Abbey porque ahí existe el honor sobre todo. El amor verdadero es real y el poder es para servir al pueblo y no a sus propios intereses. Las personas se dicen las cosas a la cara y no se andan con hipocresías. La mentira es considerada de mal gusto y es mejor una verdad sin ser crueles, que una mentira que se prolongue y destruya. Los conflictos son reales y no resultado de sentimentalismo ni malas interpretaciones de los demás: son tragedias que no se pueden evitar y que reúnen a todos con el objetivo de superarla o resolverla; sin que factores externos intervengan o afecten. Es un lugar donde la palabra de la gente se respeta y es suficiente para establecer una promesa. Las diferencias entre las personas, se resuelven o se toleran, pero se puede vivir en paz con ello. Saben hasta que punto confiar en cada persona y se ahorran casi siempre los rencores.
     Quiero vivir en Downton Abbey porque, aunque las clases sociales existen y están bien marcadas, el respeto al valor de cada persona es sagrado. Cada quien asume su posición con orgullo y ejecuta sus responsabilidades con pasión. Los aristócratas tratan con dignidad a sus empleados, los aprecian, se preocupan por ellos y tratan de ayudarlos siempre, porque son parte de su familia. Un gran ejemplo para esa falsa burguesía que se cree mejor que todos y no lo es en casi nada. 
    Es un lugar donde las jerarquías se respetan, pero no sólo de abajo hacia arriba. Los patrones también consideran las decisiones de sus empleados que tienen personal a cargo y los dejan libres de manejarlos según su criterio. Son informados oportunamente de lo que ocurre en la casa y que, invariablemente, les afecta. Los sirvientes tienen sus propias vidas, pero saben que parte de su trabajo es estar pendiente de lo que sucede en la familia y su opinión es tomada siempre en cuenta. Tienen limitaciones en sus objetivos, pero aceptan su realidad con regocijo y no frustran sus sueños, los crean a partir de sus posibilidades.
     Quiero vivir en Downton Abbey sin importar que rol me toque interpretar, porque aunque existen los prejuicios, también hay gente que trata de derrocarlos y de vivir sin ellos. No es un mundo perfecto; sin embargo, hasta la tercera temporada que he visto, la gente es feliz, a pesar de las adversidades, y sin importar las acciones de los demás. Sé que es un lugar de ficción y es difícil encontrar un sitio así  en estos tiempo, pero sé que muchos ya piensan así y muy pronto construiremos nuestro propio Downton Abbey.
      

     
     

No hay comentarios:

Publicar un comentario