Desde hace algunos días me he dado el gusto de disfrutar esta maravillosa serie inglesa. Ya sé que, de hecho, terminó en el 2015 después de seis exitosas temporadas; sin embargo, a veces las cosas llegan a uno en el momento más oportuno. No pretendo hacer una reseña ni crítica del programa, sé que he llegado tarde para ello y existen muchas muy buenas que exaltan las virtudes de la serie; simplemente quiero destacar los valores que para mí fueron fundamentales y una gran aportación de la historia.
Quiero vivir en Downton Abbey porque ahí existe el honor sobre todo. El amor verdadero es real y el poder es para servir al pueblo y no a sus propios intereses. Las personas se dicen las cosas a la cara y no se andan con hipocresías. La mentira es considerada de mal gusto y es mejor una verdad sin ser crueles, que una mentira que se prolongue y destruya. Los conflictos son reales y no resultado de sentimentalismo ni malas interpretaciones de los demás: son tragedias que no se pueden evitar y que reúnen a todos con el objetivo de superarla o resolverla; sin que factores externos intervengan o afecten. Es un lugar donde la palabra de la gente se respeta y es suficiente para establecer una promesa. Las diferencias entre las personas, se resuelven o se toleran, pero se puede vivir en paz con ello. Saben hasta que punto confiar en cada persona y se ahorran casi siempre los rencores.
Quiero vivir en Downton Abbey porque, aunque las clases sociales existen y están bien marcadas, el respeto al valor de cada persona es sagrado. Cada quien asume su posición con orgullo y ejecuta sus responsabilidades con pasión. Los aristócratas tratan con dignidad a sus empleados, los aprecian, se preocupan por ellos y tratan de ayudarlos siempre, porque son parte de su familia. Un gran ejemplo para esa falsa burguesía que se cree mejor que todos y no lo es en casi nada.
Es un lugar donde las jerarquías se respetan, pero no sólo de abajo hacia arriba. Los patrones también consideran las decisiones de sus empleados que tienen personal a cargo y los dejan libres de manejarlos según su criterio. Son informados oportunamente de lo que ocurre en la casa y que, invariablemente, les afecta. Los sirvientes tienen sus propias vidas, pero saben que parte de su trabajo es estar pendiente de lo que sucede en la familia y su opinión es tomada siempre en cuenta. Tienen limitaciones en sus objetivos, pero aceptan su realidad con regocijo y no frustran sus sueños, los crean a partir de sus posibilidades.
Quiero vivir en Downton Abbey sin importar que rol me toque interpretar, porque aunque existen los prejuicios, también hay gente que trata de derrocarlos y de vivir sin ellos. No es un mundo perfecto; sin embargo, hasta la tercera temporada que he visto, la gente es feliz, a pesar de las adversidades, y sin importar las acciones de los demás. Sé que es un lugar de ficción y es difícil encontrar un sitio así en estos tiempo, pero sé que muchos ya piensan así y muy pronto construiremos nuestro propio Downton Abbey.
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