sábado, 28 de mayo de 2011

El hombre rana

        Recuerdo las tardes de verano en la playa cuando el abuelo contaba sus historias de juventud. Para nosotros era un sueño que nos teletransportaba a la fantasía de un mundo "irreal" donde se carecía de los avances tecnológicos que ahora tenemos.

      Durante su adolescencia, todas las tardes, el abuelo acudía con sus amigos al parque hundido de Tizimín, después de haber ayudado a su padre con los cultivos y el arado.Era como una especie de rito y premio a la vez para los jóvenes que habían cumplido con sus labores.

      Habían escuchado más de una vez, sobre el extraño ser que se aparecía en la aguada de aquel sitio, pero  la irracionalidad que les proporcionaba la juventud, los escudaba de cualquier peligro. Se hacían bromas entre ellos continuamente, y ya a alguno de ellos se le había ocurrido meterse en la aguada y salir imitando al monstruo para asustar. Sin embargo, en realidad no conocían la forma del aquel ser.

     "Fue aquella tarde", narraba el abuelo. "Ramón era el  más rebelde de todos, ya nos había gastado varias bromas y ya no le creíamos. Pero en aquella ocasión, su cara lucía tan pálida que nos sorprendió. Corrimos apresurados a descubrir lo que le había impactado".

     La descripción de aquel monstruo que hacía mi abuelo contenían algunas malas palabras y otras en lengua maya que es difícil traducir, pero lo que él indicaba es que sobre la orilla de la aguada se encontraba un hombre en posición de rana. Carecía de cabello y vellos en el cuerpo y su piel era completamente blanca.

     Nos miraba con un odio profundo a través de sus ojos rojos y nos petrificó. No emitió sonido alguno, pero observó su hábitat contaminado por los lugareños y entendimos su molestia. Mi abuelo indica que él y dos de sus amigos más intentaron limpiar la zona más cercana a ellos sin acercarse al monstruo, pero al hacerlo aquel ser empezó a aproximarse  a ellos. Huyeron despavoridos y uno de ellos recibió un golpe en la cabeza con una piedra que el monstruo había lanzado.

     Después de ese día, las tardes en la aguada no se volvieron a repetir para mi abuelo y sus amigos. Trataron de alertar a los demás sobre las exigencias del monstruo sobre la higiene del parque, pero estaba tan desprestigiada la versión del ser de la aguada, que nadie los tomó en serio, hasta que un día la aguada se secó.

* Cuento basado en un relato de la tradición oral.

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